Psic. Mercedes Viera Azpiroz
Psic. Rosario Valdés Strauch
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Este es un tiempo de cambios para la pareja. Momentos de enorme alegría alternarán con otros de preocupaciones que se superarán paulatinamente. Pasarán de verse rodeados de gente queriendo ayudar, opinando y asesorándoles en todo, a momentos en los que, solos, deberán hacer frente al cuidado diario del bebé. Disfruten de esta situación tan novedosa, especial y única. Al principio la autoestima como madre o padre será baja, pero crecerá en cuanto vean que pueden manejar sin problemas las demandas del bebé. Lejos de restar tiempo, estas demandas cambian a la pareja, uniéndola en instancias tan simples y necesarias como acariciar, alimentar y hablarle al bebé, cambiarle los pañales, lavarlo y dormirlo.
FUENTE: Bienvenido bebé | UNICEF
La dinámica familiar cambia, así como cambian los roles. El eje central ya no pasa sólo por la relación que existe entre ustedes, como pareja. Ahora cuenta la relación madrehijo, la relación padre-hijo y la relación madre-padre. Se verán entre ustedes, hombre y mujer, de una manera diferente, como no se vieron antes. Tendrán que ser más flexibles, comprensivos y tolerantes; tengan en cuenta que cada uno está aprendiendo a ejercer un nuevo rol.
Además de alegrías, los primeros días del bebé en el hogar pueden generar frustraciones a los padres. Cuidarlo da mucho trabajo, los absorbe y los aísla del mundo. La nueva situación puede llegar a estresarlos como pareja. Aprender a reconocer cuándo se acercan a un punto crítico es clave para desarrollar estrategias que permitan relacionarse en un marco de nuevos equilibrios.
Sepan que ser padres implica vivir experiencias pasajeras de cansancio, depresión y emociones ambivalentes. Como resultado, es probable que sientan culpa y se decepcionen de ustedes mismos. Sin embargo, estos sentimientos son habituales, y si ustedes actúan de la mejor manera posible, serán mejores padres de lo que imaginaron. Ahora bien, si se ponen como meta ser perfectos, seguramente cometerán errores y pondrán en riesgo la confianza en sí mismos.
Que el bebé necesite comida, atención, amor y ternura no significa que los padres deban renunciar a su vida personal y de pareja. Aunque ya no disponen del mismo tiempo que antes, no hay razón para que dejen de lado todo lo que les gratifica.
Todos los padres necesitan apoyo y esto, lejos de implicar debilidad, significa asumir que ser padres es una tarea ardua para que una persona la realice por sí sola, todo el tiempo. El equipo de salud está preparado para ayudarlos.
Darse el permiso para pedir apoyo y saber reconocer el momento indicado para hacerlo, no es sencillo, pero deben intentarlo. Y aunque no siempre cuenten con alternativas fáciles, seguramente algún pariente, amigo o persona de confianza podrá cuidar al bebé mientras se toman un merecido descanso. Además, construir relaciones confiables con otras personas, desde los inicios, beneficia al niño.
Ocuparse física, emocional y espiritualmente de uno mismo, de manera individual, así como de la pareja, es fundamental. Es muy bueno para el bebé crecer con progenitores que valoran las relaciones amorosas y que buscan sentirse bien. El bienestar de los padres y de la pareja generará más y mejor energía para volcar en el pequeño.
Muy probablemente la gente que los rodea y quiere —padres, hermanos, amigos— insistirá en darles consejos de todo tipo. Si bien por momentos esto puede llegar a cansar, la situación encontrará su equilibrio dinámico. Por lo general, pasado el mes de nacimiento la madre consolida su propio criterio. Cada vez que sientan la necesidad de preguntar o consultar, no dejen de hacerlo: los profesionales de la salud estarán dispuestos a colaborar.
Refuerza los vínculos familiares, de amigos y vecinos para compartir con ellos los momentos tan especiales que te toca vivir. Si no tienes pareja para compartir el cuidado cotidiano de tu bebé, es importante que, mediante acuerdo, el padre tenga la posibilidad de ver crecer a su hijo. Independientemente de ser soltera o no tener pareja estable, es bueno que puedas compartir tus alegrías, temores y emociones.
Por otra parte, la familia —chica o grande— y los amigos —muchos o pocos— constituyen una ayuda esencial en esta gran aventura. A menudo el entorno familiar se compromete con la situación más que en casos de parejas constituidas.
Al principio la experiencia te parecerá física y emocionalmente agotadora, pero al cabo de un tiempo tendrás la grata recompensa de ver el desafío alcanzar su equilibrio natural. Y no lo olvides: las madres solteras pueden desarrollar vínculos tan estrechos con sus bebés, como las madres acompañadas.
Algunas recomendaciones:
• Intenta formar una red de personas en quienes puedas confiar. Si son muchas, trata de distribuir el tiempo de apoyo que te brinden a lo largo de la semana, de la manera más inteligente posible.
• Si es posible, pide a un familiar o una amiga que se quede a dormir en tu casa, una vez a la semana, de manera tal de compartir las dificultades de una noche y conseguir un mejor descanso.
• Si el padre está identificado, asegúrate de recibir el aporte económico que le corresponde dar, así como conocer sus derechos y obligaciones.
• No hagas caso a los prejuicios que señalan que no serás capaz —tú sola— de criar a un niño feliz. Y no permitas que estos mismos prejuicios te lleven a evitar pedir ayuda: debes saber pedir y aceptar apoyo cada vez que sientas que no puedes sola.
El bebé reconoce las sensaciones de bienestar y las asocia con la presencia de la madre, el padre y otros cuidadores. Siente que lo cuidan y así aprende a confiar en el afecto que le brindan. Cuando sus necesidades no son resueltas con la urgencia que desea o no son atendidas porque el cuidador no las identifica ni comprende, surge la desconfianza, el malestar y la frustración en él.
Esas experiencias —las de bienestar y malestar— se alternan en la vida cotidiana del bebé y se prolongan durante su infancia. Ambas son necesarias, pero lo importante es que predominen las de bienestar: hay que instalar en el niño una sensación básica de confianza y a la vez enseñarle a aceptar los límites y tolerar la frustración. La confianza básica con respecto a los otros hará que el niño aprenda también a confiar en sí mismo.
El bebé necesita amor incondicional, ese que se brinda por siempre y no depende de exigencias. El que no se da como premio cuando el niño cumple con las demandas del adulto, ni se retira como castigo cuando se pone “caprichoso” o transgrede las normas.
El amor sin exigencias ni condiciones confirma al niño que él vale por sí mismo, con sus posibilidades y limitaciones. Es base de tranquilidad, seguridad y autoestima.
• Que repare en mi vulnerabilidad física y emocional. No soy la misma después del parto. La emoción y el esfuerzo han sido demasiado intensos.
• Que no se sienta rechazado al ver que siento por el bebé algo único, especial y muy profundo, que se refleja a flor de piel.
• Que cuide del entorno y evite, en la medida de lo posible, las visitas invasivas. Por momentos, en especial durante la lactancia, necesito intimidad.
• Que ella entienda que no es la única persona en la familia que vive un momento difícil y confuso.
• Que a pesar de las demandas exigentes del bebé, ella logre encontrar un tiempo para mí y para los dos.
• Que sea tolerante con los errores que cometo al involucrarme en los cuidados cotidianos de nuestro bebé. Si actúo con torpeza, no es por falta de interés.