Psic. Mercedes Viera Azpiroz
Psic. Rosario Valdés Strauch
Ingresa aquí el tema de tu interés.
Escribinos.
Sabemos cómo ayudarte.
El encuentro que estableces con tu hijo cuando nace es el inicio de una relación profunda que afectará el desarrollo de toda su vida. En este primer encuentro se juegan aspectos cruciales del desarrollo de tu hijo, no solo debido a su estado de indefensión —como el de toda cría al nacer—, sino también porque en los cuidados básicos iniciales el ser humano funda las bases de su personalidad futura. Con el alimento, el intercambio de miradas, el aseo, la conversación y las caricias, transmites a tu hijo pautas y mensajes que conformarán los cimientos de su psiquismo.
FUENTE: Bienvenido bebé | UNICEF
La comunicación que nace entre los padres y el bebé es un lenguaje que supone demandas y respuestas. Los cuidados no deben ser excesivos ni insuficientes. No conviene ser padres autoritarios ni tampoco esclavos del bebé. Tu hijo debe aprender a esperar.
Aunque al principio parece querer todo “ya”, poco a poco aprenderá a esperar unos minutos, pero sólo será capaz de hacerlo si sabe que puede confiar en ti y en los cuidados que recibe. Cuando lo amamantas, tu bebé mira tu cara, escucha tu voz y se siente acunado, y desde ahí comienza a aprender acerca del mundo que lo rodea. Cuando le hablas y lo mimas, él sabe que es amado, entonces comienza a comprender que puede confiar y depender de ti.
El vínculo del apego no se produce en un solo día, sino que se construye y fortalece a lo largo de mucho tiempo. Empieza a formarse cuando los padres planifican tener un hijo o se enteran de que el embarazo se inició. En esta etapa, la mayoría de los padres desarrolla todo tipo de expectativas sobre el bebé que vendrá. Y estas imágenes ceden luego ante la aceptación del bebé que realmente nace. Una de las tareas más importantes que enfrentas como madre es la de reconocer al hijo que tienes, aceptarlo y valorarlo como es.
Las caricias son esenciales en el proceso de vinculación del bebé con sus cuidadores: las necesita del mismo modo que cualquier criatura animal.
El bebé nace sociable y busca el afecto físico en caricias, abrazos y besos, por eso es importante que tanto tú como tu pareja expresen libre y físicamente el amor por su bebé.
El afecto físico es clave en el desarrollo emocional del niño, no lo olvides. Un niño privado de afecto físico carece de un estímulo esencial para su crecimiento.
Una de las propiedades más importantes del ser humano —necesaria para sobrevivir— es su capacidad para formar y mantener relaciones. Y esta capacidad está asociada al funcionamiento del cerebro humano.
Así como el cerebro nos permite ver, oler, gustar, pensar y movernos, también nos permite formar y mantener vínculos, y amar. Las bases para esto se instalan durante la infancia y los primeros años de vida.
Las experiencias que tu bebé atraviese en este periodo de vida de tanta vulnerabilidad, condicionarán en mayor o menor grado su capacidad para formar relaciones íntimas y emocionalmente sanas en el futuro: un apego sano funda una base sólida para futuras relaciones; un apego problemático establece una base biológica y emocional frágil.
Cada vez que lo tomas en brazos, aunque al principio lo hagas con torpeza, aumentan los sentimientos de afecto entre ustedes dos. Siempre que puedas, pon a tu bebé contra tu cuerpo, míralo a los ojos, háblale y cántale suavemente mientras lo acunas.
Él puede detectar tu cálida y amorosa presencia, respondiendo con su mirada, sus expresiones faciales, su voz, sus movimientos de piernas y brazos, su prensión manual y cualquier otra forma de contacto. Este proceso de apego —temprano y cariñoso—, gracias al cual padres e hijos permanecen unidos a través del tacto y la mirada, hará que te sientas más cómoda en el cuidado del niño. Y es el primer paso hacia la unión familiar y el normal desarrollo emocional y social de tu hijo.
Háblale mientras lo alimentas, lo bañas, le cambias los pañales y juegas con él. No olvides que se trata de un ajuste mutuo: tú debes aprender cuáles son los ritmos de tu niño —para comer, dormir, jugar, reaccionar— y el niño, por su parte, tiene que aprender a manifestar sus necesidades.
Este entendimiento mutuo es posible desde muy temprano y de manera instintiva.
Evita siempre la práctica de dejar llorar a tu hijo con el objetivo de no consentirlo. Cuando lo escuches llorar, sentirás el impulso de tomarlo en brazos para saber qué le pasa y poder consolarlo; no dejes de hacerlo.
Al bebé le gustan mucho los masajes, porque además de relajarlo los vive como expresión de contacto y amor. La duración puede variar en función de la tolerancia o intolerancia expresadas a través de la tranquilidad o el llanto. No sientas obligación de realizar masajes a tu bebé, pero ten presente que son caricias que puedes darle en distintos momentos:
• A la hora de dar un masaje a tu bebé, debes estar tranquila. No olvides que la propiedad relajante del masaje es también para quien lo da.
• Asegúrate de que el lugar físico esté templado.
• Acuesta a tu bebé sobre una manta o sobre una toalla.
• Pon música suave. Háblale o cántale con dulzura.
• Trabaja sobre todo su cuerpito, masajeando ambos lados con movimientos parejos y simultáneos, manteniendo tu cara próxima a la de tu bebé y mirándolo a los ojos.