Psic. Mercedes Viera Azpiroz
Psic. Rosario Valdés Strauch
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Tu bebé habla con sus gritos y sonidos. Con el llanto expresa lo que siente: hambre, dolor, indigestión, soledad, enojo, miedo, ganas de ser abrazado, cansancio, incomodidad o simplemente deseo de ejercitar los pulmones. Como madre, irás aprendiendo a reconocer e interpretar el lenguaje de los llantos, para así poder reaccionar y contestarle. Aunque el bebé no habla, comprende. Es bueno que le expliques lo que pasa, que lo llames por su nombre e imites sus sonidos. Todo esto servirá para estimular su lenguaje. La comunicación que se establece entre los padres y el niño se apoya en un lenguaje que supone demandas y respuestas. Las respuestas no deben ser excesivas ni insuficientes. No es bueno que seas una madre autoritaria, ni tampoco que te vuelvas esclava de tu bebé. Si respondes coherentemente a los esfuerzos de tu hijo por comunicarse, estarás ayudándole a construir sus habilidades para el lenguaje. Si cuando llora por hambre tú lo alimentas y él logra sentirse mejor, la situación lo alentará a él a comunicarse más y a ti a sentir que lo interpretas cada día mejor.
FUENTE: Bienvenido bebé | UNICEF
La comunicación madre-hijo se instala desde los primeros contactos, por eso debes saber que la formación del vínculo afectivo con tu bebé depende, en buena medida, de la calidad de la comunicación que se establece tempranamente entre los dos.
Desde el nacimiento el niño emite gritos y llantos. En la primera etapa, estas expresiones no tienen una intención muy definida, son más que nada actos reflejos asociados al placer que le provoca recibir el alimento o al desagrado que le causan los cólicos, el hambre y otras situaciones normales. Pero el grito desempeña un papel fisiológico muy importante, ya que con él, el niño aprende a coordinar su respiración en función de la intensidad y duración del sonido.
El grito y el llanto —que son reacciones totalmente espontáneas y, al principio, sólo fisiológicas— pasan a ser intencionales cuando quienes rodean al niño dan sentido a estos comportamientos. En un principio no son formas de comunicación, pero pasan a serlo cuando la madre y el entorno interpretan estas reacciones como signos de las necesidades del niño. El bebé se da cuenta del efecto que producen sus gritos y grita para producir ese efecto. Es entonces cuando el grito adquiere una intencionalidad y traduce un estado de ánimo, por ejemplo, manifiesta la decepción del bebé cuando lo acuestan en la cuna después de haber pasado el rato jugando en los brazos de los adultos.
De este modo, los gritos y llantos asociados al placer, la incomodidad o el malestar, al ser interpretados y respondidos por los adultos, se transforman en señales. A medida que pasan los días, tu niño irá expresando su sentir y tú irás respondiendo a sus requerimientos. Aprenderás poco a poco a reconocer sus distintos llantos —el de hambre, el de malestar y el de dolor— y entonces responderás: le darás el alimento cuando llore por hambre, buscarás las causas de su dolor o molestia cuando lo veas sufrir, lo acunarás para que se duerma cuando entiendas que tiene sueño.
De a poco tu bebé aprenderá que sus necesidades siempre tendrán respuesta. Y tú sentirás gratificación por las reacciones de tu hijo a los cuidados que le das.
El encuentro de miradas entre la madre y el bebé es también una forma esencial de comunicación. Cuando tomas a tu hijo en brazos, es bueno que busques con tu mirada su cara y sus ojos, porque a través de su mirada reconocerás sus estados de ánimo y a partir de tu mirada él sentirá que lo atiendes y lo cuidas. El bebé recién nacido es capaz de ver y también de orientar su cabeza en la dirección de las voces que le hablan. Verás que, por lo general, cuando llora y lo levantas de la cuna, se calma, deja de llorar y abre sus ojos para seguirte con su mirada.
La comunicación humana no es solamente verbal, sino también gestual. Cuando hablamos, partes de nuestro cuerpo se mueven —a veces de manera evidente y otras casi imperceptible—, y con esos movimientos comunicamos. Cuando tomas a tu hij o en brazos y lo meces, se mecen juntos: sin darte cuenta, adaptas tus movimientos a los de tu bebé. El niño se mueve al compás de tu voz, y estos movimientos son gratifi cantes para ti y estimulantes para él. Todos los gestos del bebé son estímulos que recibes para entenderlo y comunicarte con él. Y tus respuestas —permanecer a su lado, acunarlo, darle de comer, mirarlo o hablarle— son a su vez los estímulos que tu bebé recibe para seguir comunicándose.
Lo ideal es que le hables a tu hijo desde el principio. Aunque él no pueda responder con palabras, si conversas con él, su capacidad para hablar se desarrollará más rápidamente. Y es probable que también adquiera un vocabulario más amplio. Sus habilidades lingüísticas serán mayores y esto a su vez le facilitará el aprendizaje en la etapa escolar.
• A tu bebé le gusta mucho ver tu cara —tus expresiones faciales— y escuchar tu voz. Por eso, si le hablas con ternura y suavidad, se sentirá seguro, complacido y feliz.
• Se ha comprobado que si los bebés se sienten felices aprenden mejor, porque el estado de bienestar o dicha los pone más atentos y receptivos. Si tu bebé está feliz tenderá a observar, explorar, jugar y producir más sonidos, y todo esto le permitirá aprender más rápidamente.
• Pero así como los bebés sienten felicidad, sufren también emociones negativas (angustias, reacciones al dolor, enojo), que generalmente expresan mediante el llanto. En la medida de lo posible, no dejes que emociones de este tipo duren mucho. Reacciona rápidamente, con amor y con ternura.