Psic. Mercedes Viera Azpiroz
Psic. Rosario Valdés Strauch
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Has vivido ya una parte crucial de esta aventura. El embarazo, el trabajo de parto, el nacimiento y la rutina hospitalaria han quedado atrás, y ahora llegas a casa dispuesta a comenzar una nueva vida, junto a tu bebé. Pero en el instante en que cierras la puerta de entrada dejando atrás el hospital, las dudas y los temores en relación con el manejo de tu hijo asoman: ¿Tendrá hambre? ¿Querrá dormir? ¿Por qué llora?… Situaciones nuevas te sorprenderán cada día, pero ninguna superará la sensación tan especial de tener a tu bebé en casa.
FUENTE: Bienvenido bebé | UNICEF
El primer día del bebé puede ser también tu primer día más difícil. Pregunta todo lo que se te ocurra, es el modo ideal de anticiparte a las situaciones más comunes.
El pecho. No te aflijas si el primer día tu bebé no se prende. Si te lo recomendaron en el hospital, extrae el calostro para alimentarlo, pues podría facilitar la situación. Sigue las indicaciones que te dieron los primeros días en el hospital y trata de darle el pecho a demanda, unas 8 veces por día. No dejes pasar más de 4 horas entre cada mamada.
El sueño. Tu bebé dormirá con frecuencia y a lo largo de todo el día, y sus períodos más largos coincidirán con el horario de la noche.
El llanto. Es probable que escuches a tu bebé llorar muchas veces el primer día. Y no te sorprendas por la fuerza de su llanto ni por tu capacidad para reconocerlo: los bebés expresan sus necesidades de este modo; de a poco aprenderás a interpretarlo y satisfacerlo.
Poco a poco, observando y conociendo a tu bebé, irás estableciendo rutinas. Las preocupaciones irán cediendo y aprenderás a determinar exactamente qué es lo mejor para él. Pero este período de adaptación toma algunas semanas, por eso conviene que te armes de paciencia y tengas muy presente algunos temas que, aunque son parte natural de la nueva situación, podrían inquietarte.
Los bebés, como los adultos, se comportan de manera diferente: no esperes que todos reaccionen de la misma manera. Cada uno desarrolla su propio estilo y el tuyo irá mostrándote el propio. Si eres capaz de observar con atención la conducta habitual de tu pequeño —en relación con el sueño, el llanto, el baño, la alimentación, las materias fecales—, resolverás con satisfacción la difícil y apasionante tarea que implica ser madre.
Antes de que el cordón umbilical caiga: El ombligo está unido al cordón umbilical, y es una zona que puede mojar un poco en la etapa de desecación y caída del cordón. Limpia el cordón umbilical con una gasa mojada en alcohol, con especial cuidado de no lastimar la piel que lo rodea; luego envuélvelo con gasa seca y repite este proceso cada vez que cambies los pañales.
Una vez que el cordón umbilical cayó: El cordón suele desprenderse antes de la tercera semana de vida. Luego de que el cordón cae, debes continuar con el procedimiento de limpieza durante los siguientes 3 días. No te alarmes si aparece un leve sangrado. Pero consulta al pediatra si sangra mucho, sientes mal olor o notas enrojecimiento alrededor del cordón. Aunque estés de alta en tu domicilio, si no retiraron aún la pinza del cordón, no intentes quitarla ni manipularla: sólo el personal competente debe hacerlo.
Lávate las manos con frecuencia y exige que las personas que estén en contacto directo con el recién nacido también lo hagan. Hasta que el cordón no caiga, debes realizar lavados parciales del bebé diariamente, con esponja humedecida en agua tibia y jabonosa, en todo su cuerpo, incluyendo la cabecita.
Una vez que el cordón umbilical cae —y el ombligo está seco— puedes dar al bebé su primer baño. (Se trata en realidad de una convención, porque en muchos países los bebés son bañados desde que nacen). Lo habitual es que el baño de inmersión se realice al día siguiente de caído el cordón umbilical. El momento ideal es el que mejor se amolde al pequeño y al adulto, no tiene por qué ser en la noche.
Los recién nacidos tienen la misma temperatura que los adultos, pero son más sensibles al frío y al calor que ellos, lo comprobarás al tocar las manos o los pies de tu hijo. Por esta razón, te sugerimos no abrigarlo en exceso. Siguiendo el sentido común, tanto ustedes, los padres, como el pediatra irán determinando el abrigo adecuado.
En la medida de lo posible, evita tanto el frío como el calor excesivo generado por la calefacción o los abrigos innecesarios. Y, si puedes, evita también los ruidos molestos en el entorno del bebé.
La materia fecal del bebé alimentado exclusivamente a pecho puede ser muy frecuente y producirse, generalmente, luego de que ingiere el alimento. Al nacer y antes de la llegada a casa, era de color negro-verdosa (meconio). Una vez en casa, verás que va pasando al color amarillo oro y a la consistencia semi-líquida. Si el bebé traga aire, sus materias fecales pueden ser a veces verdes: ¡no te sorprendas! Pero si al observarlas notas algo raro o simplemente dudas, busca el apoyo de su pediatra.
Si el niño está bien, el primer control se hace antes de los 10 días de nacido. El segundo control puede ser necesario antes del mes, si el pediatra te lo indica, de lo contrario, se hace al mes de vida del bebé.
Al nacer el bebé cuenta con una serie de reflejos que son normales en la primera etapa. Pasadas algunas semanas, empiezan a desaparecer:
Prensión: El bebé agarra todo lo que le pongas en su mano y, con mucha fuerza, lo aprieta dentro de su puño. No es una actitud voluntaria, es un reflejo normal.
Succión o búsqueda: Es el reflejo que usa para buscar tu pecho. Verás que si tocas su mejilla, de manera automática volverá su cabeza y buscará tu pezón.
Marcha: Si sostienes al bebé por debajo de sus axilas y lo mantienes “parado” sobre una superficie plana (como la cama), dará pasitos en el aire, intentando apoyar.
Respuesta de Moro: Ante un sobresalto —cuando su cabeza cambia de posición abruptamente y cae hacia atrás o cuando se asusta por algo— el bebé extiende brazos y piernas, y estira el cuello, como para evitar caer. Luego une los brazos rápidamente y probablemente llore.